martes, 24 de septiembre de 2013

Disparate en el 'Cuitu'. Cantabria-Asturias 2013 (III)

   Cuitu Negru, Gamoniteiru y pa´casa; eso es lo que me tenía reservado aquella tercera y ultima etapa de mi escapada cantabro-asturiana. Me levanté, desayuné y me dirigí al trastero del hostal para coger la bici. La puerta estaba cerrada, pero al accionar el picaporte con fuerza, sonó como un crujido y acabó por abrirse. El careto de la encargada no tardó ni un minuto en aparecer por la rendija de una puerta lateral que daba a aquella habitación. Un torrente de reproches salió entonces de su boca. Que si había forzado el picaporte, que a ver qué me creía, que cómo podía ser aquello... Yo, la verdad, no creí que hubiera sido para tanto, porque me había limitado a hacer un poco de fuerza y la puerta no había sufrido desperfecto alguno. Además, ya estaba cansado de sus impertinencias. Cabreado, aunque logrando mantener la compostura, le contesté que me dejara en paz, cogí la BH y salí de aquel antro de una estrella y 25 euros la noche.

Las cubiertas reblandecidas son fáciles de montar,
otra cosa es que te rompas la crisma en una bajada.
   Ya en la calle, ¡el segundo mazazo!; la rueda delantera estaba pinchada. "Tampoco es para tanto", pensara alguno. Pues si que lo era; con las cubiertas Specialized All Condition Armadillo que llevaba, un simple cambio de cámara podía convertirse en una tarea de lo más penosa. Estas cubiertas, teóricamente las más robustas del mercado, son más duras que un Tour sin EPO; y volver a montarlas requiere de una fuerza y destreza de las que quien esto escribe no anda muy sobrado. Pero para mi sorpresa, la reparación no me llevó más de diez minutos. Es lo que tiene apurar los neumáticos hasta que están en las últimas: puedes desgraciarte en cualquier momento por la falta de agarre, sí; pero con la goma reblandecida y desgastada, instalar la cubierta en la llanta está al alcance del globero más torpe.

   Sobre el sillín de mi BH, puse rumbo al Puerto de Pajares, una ascensión de cerca de 20 kilómetros, pendiente media del 4,7 por ciento y que, nada más coronarla, da paso a la pista de 2,8 kilómetros al 13,3 por ciento que sube hasta el Cuitu Negru. La subida a Pajares es bastante sencilla, salvo que --como es el caso-- seas un desastre y no hayas observado con detenimiento la altimetria. En efecto, en mi negligente análisis del gráfico de la ascensión, no había reparado en que, pese a la escasa pendiente media del puerto, había algunas rampas duras, que en determinados momentos llegaban al 17 por ciento de desnivel. Así que, confiado en mi fortaleza y en la poca entidad del puerto, me pasé de listo y, una vez más, empecé a abusar de desarrollo. No tardaría, sin embargo, en caer en la cuenta de que, o bajaba el pistón, o iba a quedar  fundido antes incluso de llegar al inicio del 'Cuitu'.

REPTANDO VOY

   Llegué así a la estación invernal de Valgrande-Pajares, de la que parte la pista hasta el Cuitu Negru, un remonte para esquiadores situado a 1.850 metros de altitud. Esta parte final de la subida tiene su gracia, con varias rampas por encima del 20 por ciento que pueden hundirte en la miseria si no te la tomas con calma. Pero antes de empezar a reptar por semejante muro, cuando rodeaba los edificios de la estación de esquí para enfilar la pista hacia el 'Cuitu', cometí un auténtico disparate: me puse a mear sin bajarme de la bicicleta.

   A la escasa velocidad que iba, y dada mi incapacidad para realizar dos actividades simultáneas, pasó lo que tenía que pasar. Había calculado mal, muy mal, como así lo atestiguaba el reguero que caía por mi pierna derecha y el rastro amarillento que había quedado en mi calcetín Spyuk. ¿Qué me llevó a cometer tal desatino? ¿Por qué incurrir en semejante bajeza? Pues por qué iba a ser, porque uno no parece tener muchas luces y, en mi absurda --lo reconozco-- concepción del cicloturismo, eso de subir un puerto sin haberlo hecho del tirón no es una opción. En definitiva, que si me paraba para mear, mi conciencia no me iba a dejar tranquilo hasta volver a subir aquel puertaco de una sentada. Hay que ser imbécil, ya lo sé.

Ni la incontinencia urinaria ni los problemas
mecánicos impidieron mi triunfal escalada al 'Cuitu'.
   Los casi tres kilómetros de la escalada al Cuitu Negru los superé sin demasiados problemas. Sin demasiados, digo, porque durante varios centenares de metros tuve que lidiar con un inoportuno desajuste del freno trasero, que --sabe Dios por qué razón-- empezó a rozar la llanta justo en ese momento. Afortunadamente, logré solventar el problema sin necesidad de descabalgar; con la mano izquierda accioné la ruedecilla del pivote del freno y, tras varios giros y contragiros, la zapata dejó de tocar la llanta.

   Bajar, unos pocos kilómetros de llano y vuelta a estrujarse sobre la BH para ascender al Gamoniteiru. Son 15 kilómetros con un desnivel medio del 9,7 por ciento; otra mala bestia altimétrica de esas que tanto abundan por la comarca. El plan era subir tranquilo para disfrutar del paisaje y no acabar demasiado hecho polvo, porque nada más terminar me esperaban más de cuatro horas de viaje hasta mi morada, en Vitoria. Pero las cosas no iban a resultar tan fáciles, y justo en el desvío que empalma con la parte final de la ascensión, me tope con otros dos cicloturistas. Habían subido por la vertiente contraria, desde el lado de Quiros, mientras que yo venía de Pola. Sin embargo, ambos lados de la ascensión confluyen en el último tramo, una pista de hormigón de seis kilómetros que conecta el Puerto de la Cobertoria con el repetidor de telecomunicaciones del Gamoniteiru.

INSENSATA COMPETICIÓN

   Como no podía ser de otra forma, nos embarcamos en una estúpida competición, y uno de aquellos chavales empezó a tirar hasta que nos sacó unos cuantos metros de ventaja a su compañero y a mí. Indignado por tamaña osadía, empecé a forzar la máquina, pese a que mi estado físico no era para tirar cohetes. El ciclista que iba a mi rueda se quedó atrás, pero seguía sin recortar un triste metro al que iba por delante. El verde de su maillot del Caja Rural seguía allí, a unos cien metros de distancia, pero no había forma de acercarse a él. "¿Sería un profesional?" Traté de engañarme, aunque sus rechonchas pantorrillas y su bicicleta de gama media delataban al globero que había en él. Al final, me superó por pocos segundos en aquella insensata cronoescalada.

Un globero de gruesas pantorrillas me dio
 pa´l pelo
camino al Gamoniteiru.
   Derrengados junto a las antenas que hay en el alto, empezamos a charlar y no dudé en aprovechar la ocasión para justificarme miserablemente por no haber podido seguir su rueda. Es lamentable, sí;  pero sin que viniera muy a cuento le conté que acababa de subir al Cuitu Negru y que el día anterior me había pegado un festival de cinco puertos y más de 4.000 metros de desnivel. Me quedé muy satisfecho, la verdad, cuando mi contrincante y su compañero, que llegó poco después, me reconocieron que aquella era su única ascensión de la jornada. Simples aficionados; estaba claro que no estaban a mi altura.

   Volví por donde había venido, consiguiendo no romperme la crisma en el descenso por la estrecha y empinada pista del Gamoniteiru. Antes de entrar en las calles de Pola, me detuve frente a una fuente para lavarme un poco. El sudor de la cara y el resto del cuerpo se fue con facilidad con el agua del grifo; aunque aquel lamparón amarillento seguía presente en el calcetín de mi pie derecho, como un mortificante recordatorio de mi estupidez.

6 comentarios :

Anónimo dijo...

¿Verdad que una salida en bici sin anécdotas no es una salida en bici? La verdad que subir esos puertacos durmiendo en un hostalucho con la tía vinagre esa hace más grande la hazaña. Yo me estrené el domingo en pistas de hormigón subiendo al Oiz. Poco después coronó Marino Lejarreta, pero no estuvo por la labor de entablar conversación.

Saludos Y RnR
Ciclobilly

A.M.Y.P. dijo...

¡Hombre, Ciclobilly! Recuerdo tus comentarios de los viejos tiempos de 'Dandochepazos'. Las anécdotas son la salsa del cicloturismo, no todo va a ser sufrir como un perro por esas carreteras de Dios. Bienvenido al mundo del hormigón; dolor, sufrimiento y un dineral en cambiar cubiertas es lo que te deparará. La subida al Oiz está muy bien, aunque lo de Marino me extraña mucho, con lo dicharachero que es y la 'grasia' que tiene...

Anónimo dijo...

Zapatas!!! eso es lo que más gasto en hormigón, pues bajo peor que Basso, Pinot, Roberto Conti y Zülle juntos.
A Marino se le perdona todo, ya tengo autógrafos suyos de cuando se pasaba por Amorebieta el día de la Klasika Primavera.

Ciclobilly

A.M.Y.P. dijo...

Así que también eres un zote en los descensos... Me alegro de no ser el único. No sé por qué, pero cada vez que llega una curva, la tomo por la peor parte y acabo tirando de freno como el más inepto de los 'globeros'.

Samuel Porcel Dieste dijo...

Magnífica crónica.
Lo que no le pase a usted no le pasa a nadie..., supongo que por su política sube-puertos non stop y la precariedad de su cartera.
Lo de la competición entre globeros es algo de lo más natural. Por suerte, y toco madera, todavía no he sido derrotado por uno de gruesas pantorrillas.
Un saludo.

A.M.Y.P. dijo...

Hola, don Samuel. Sí, creo que a falta de comodidades y lujos, el 'cutre-way-of-life' por lo menos te depara anécdotas con las que 'rellenar' estas crónicas cicloturistas. Lo del 'globero' regordete me dejó tocado en mi orgullo, pero no veas como tiraba... ¡Lo menos iba a nueve por hora!