domingo, 26 de enero de 2014

'Retrofrikis', casas de empeño y una vieja Peugeot

   En mis habituales incursiones en el Cash-Converters, el rastro de Emaus y otros antros similares, varias veces se me ha presentado la tentación de subirme al carro del cicloturismo vintage. No es de extrañar, porque el inframundo de las casas de empeño y la compraventa de artículos usados es una verdadera mina para todo retrofriki. Videoconsolas prehistóricas, tebeos arcaicos, vídeos Betamax... Y bicicletas, por supuesto: Motorettas, Californias, Torrots y todo tipo de bicicletas grotescamente anticuadas.

   Es cierto que para poder acceder a estos tesoros del fetichismo nostálgico, es necesario estar siempre alerta; porque las gangas no abundan y la competencia es feroz. Así, cuando una joya oculta emerge entre la morralla que acumulan estos locales, hay que actuar de forma decidida. El más mínimo titubeo puede resultar fatal, porque la moda vintage es una plaga que no cesa, y los cazadores de cachivaches obsoletos no dan una segunda oportunidad.
Aunque pesadísimas y poco prácticas, las Torrot de
cross son de lo más retro. (todocolección.net)

   Ese fue el error que --pardillo de mí-- cometí hace unos días en el Cash-Converters de al lado de mi portal. Colgado en la sección de bicicletas, un magnífico ejemplar de Peugeot de carreras surgía, majestuoso, entre la vulgaridad de mountainbikes baratas y bicis de paseo del Decathlon que constituyen la oferta habitual del establecimiento. No era la primera vez que me encontraba con una máquina de estas características, pero ésta reunía una serie de condiciones que la hacía especialmente atractiva.

SOSPECHOSO TRAQUETEO

   Por los componentes --una antiquísima versión del Shimano 105-- y el diseño, parecía un modelo de finales de la década de 1970 o principios de la de 1980. El cuadro, de una especie de color verde turquesa, estaba en perfectas condiciones, sin rastro aparente de óxido y con unas preciosas insignias y pegatinas. Además costaba sólo 65 euros. ¡Aquello no podía ser verdad!

   Ya sólo faltaba que fuera de mi talla. Nervioso, salí del establecimiento y subí corriendo a casa para coger la cinta métrica. Tragando saliva, apliqué la cinta al eje pedalier y la estiré hasta la base del sillín. ¡Efectivamente! ¡Era de mi talla! El próximo paso era comprobar si los frenos y los cambios --dos platos y creo que cinco piñones-- funcionaban como es debido. Pedí a uno de los dependientes que me descolgara la bici. Los frenos, teniendo en cuenta la precaria tecnología de la época y que probablemente les hacía falta un repasillo, iban más o menos bien. Los platos y los piñones también respondían cuando se accionaban sus respectivas palancas. Sin embargo, con cada pedalada se notaba una especie de traqueteo, como una leve runrún.

RACANERÍA INNATA

   Yo no tengo mucha idea de mecánica, la verdad, pero aquello pintaba mal. Lo mismo era una tontería que se arreglaba limpiando y lubrificando la cadena; pero igual se debía a algún estropicio grave. Qué se yo, el eje pedalier partido o algo así. En ese caso, habría que llevar la Peugeot a un taller, y puede que, entonces, lo que había parecido una ganga ya no lo fuera tanto. Tras afrontar el dilema con detenimiento, mi racanería innata se impuso a la tentación, y abandoné el Cash-Converters con las manos vacías.
La Peugeot, que era más o menos así, destacaba
entre la cutrez del establecimiento (peugeotshow.com)

   Pero lejos de desaparecer, el influjo que aquella vieja bicicleta ejercía sobre mí se fue acrecentando con el paso de las horas. Era una pieza preciosa y, con la salvedad de esa extraña vibración, se encontraba en un estado magnífico. Además, en el peor de los casos, ¿qué podía costarme cambiar el eje pedalier? Seguro que el viejo ése del taller de bicis podía hacerme un apaño por menos de 50 euros. A media tarde, la duda había dado paso a la certeza: tenía que comprar la Peugeot.

   Sabedor de que los frikis del retrociclismo están a la que salta, me apresuré a regresar a la tienda antes de que fuera demasiado tarde. Bajé corriendo las escaleras, salí a la calle y me planté de nuevo en el Cash-Converters. Con el corazón en un puño, avancé hacia la sección de bicicletas entre cajones repletos de libros, vitrinas con videojuegos y estantes de menaje usado. ¿Habría llegado a tiempo? ¿Tendría ocasión de enmendar mi tremendo error?

   Pues iba a ser que no. La percha de la que aquella mañana colgaba la Peugeot estaba vacía. Como vacías habían quedado mis esperanzas de convertirme en un ciclista fashion y de lucir aquella antigualla en los círculos más cool del cicloturismo urbano. Me estaba bien empleado, por tacaño y miserable.
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viernes, 10 de enero de 2014

'Pedalier' y 'Bicisport', es lo que hay

   Hace un tiempo dejé de comprar cierta revista de cicloturismo. Era aquella una publicación muy vistosa, con fotos espectaculares y con temas aparentemente interesantes. Sin embargo, con cada nueva entrega ocurría lo mismo: era ponerse a leer, y empezar a cabrearse de mala manera.  Ahora, me da a mí que también voy a dar el finiquito a la otra revista de cicloturismo que empecé a comprar hace unos meses.

   "¿Y qué revistas son esas?" Podría preguntarse algún globero despistado. Pues cuáles van a ser, hombre de Dios, si sólo hay dos      --en España, me refiero--: Pedalier y Bicisport. Aun a riesgo de que los patronos de tan ilustres publicaciones me declaren persona no grata en el mundillo cicloturista --lo cierto es que dudo que eso ocurra, más que nada por la nula difusión de este blog--, expondré a continuación los motivos que me han llevado a adoptar tan drástica decisión.
Da gusto ver las portadas de Pedalier;
los contenidos ya son otro cantar.

   Vayamos con Pedalier. En primer lugar, es de justicia reconocer que la revista, formalmente, está bastante lograda. Las fotografías son buenas, el papel es de calidad y la maquetación puede considerarse pasable. Además, su enfoque --centrado más en altimetrías y rutas de montaña que en pruebas sobre materiales prohibitivos-- resulta especialmente atractivo para un tipo como yo, aficionado a acumular desniveles pero carente de toda solvencia financiera.

   Lastima que tan acertado planteamiento se vea lastrado por unos textos...  Digamos que un tanto pobres. De ahí el cabreo cada vez que me ponía a leer un nuevo número de la revista: Los puertos de Asturias, altimetrías de Luz St. Sauveur, las siete caras de Pierre St. Martin... Las portadas ofrecían siempre temas prometedores, que una vez tras otra me tentaban, haciéndome olvidar el desengaño del número anterior.

TUFILLO A PUBLIREPORTAJE

   Luego, inevitablemente, venía la decepción: las crónicas, en su mayor parte, estaban redactadas de forma más que cuestionable, repletas de lugares comunes e incluso con errores gramaticales. No era sólo una cuestión formal, sino que los textos, aun refiriéndose a rutas sugerentes, no lograban transmitir pasión alguna ni esa sensación de aventura que uno espera al leer, por ejemplo, el relato de una travesía de varios días por Escocia. Todo esto, por no hablar de ciertos artículos con un sospechoso tufillo a publireportaje institucional.

   Aunque dedicada también al cicloturismo, Bicisport poco tiene que ver con Pedalier. En este caso, se trata de una revista más orientada a las pruebas de bicicletas y componentes, en la que los recorridos ocupan un papel secundario. Y hablando de papel, la calidad del mismo, tanto el de la portada como el de las páginas interiores, es algo peor que la de su competidora --al menos, al que utilizaba cuando todavía la compraba--.

Comparativas poco claras y un pobre apartado
 gráfico lastran a esta publicación.
   Las fotos también son inferiores a las de Pedalier, algo que no es de extrañar, vistas las confesiones que el propio director de Bicisport --Sergio Palomar-- realiza habitualmente en un foro de internet dedicado a esta última publicación. En un meritorio ejercicio de sinceridad, Palomar reconoce literalmente que el servicio de documentación del grupo al que pertenece la revista «murió en el ERE de hace cinco años», y que en la mayor parte de los casos consiguen las fotografías «buscándose la vida».

LAMENTOS DE DIRECTOR

   Con independencia de esta cuestión, el director de la revista suele lamentarse en el referido foro de algunos otros problemas --falta de tiempo y personal, por ejemplo-- derivados de la precariedad en la que se ve obligado a trabajar. Repito que su sinceridad es encomiable, y espero que no le cueste un disgusto por parte de sus editores. No obstante, saber que el producto que uno está adquiriendo ha sido elaborado con prisas y sin los medios suficientes, no invita precisamente a seguir aflojando los euros para comparlo.

   Por lo demás, creo que la calidad de los textos --salvo los de Joseba Beloki, ciertamente lamentables-- supera a la de los de Pedalier. No sé, por lo menos, uno puede leer la revista sin hacerse mala sangre por los fallos de sintaxis y por las simplezas que se encontraba en aquella publicación.

   En los análisis de material se echa en falta una mayor claridad en las comparaciones entre unos y otros productos. Entiendo que todas las marcas son potenciales anunciantes y que no vas a poner por los suelos la bicicleta que te ha dejado probar determinada compañía, pero si haces una comparativa de varios modelos, qué menos que dejar claro cuál de ellos consideras que tiene una mejor relación calidad-precio.

   Así que esto es lo que hay; o lo tomas o lo dejas. Yo, por el momento, lo voy a ir dejando. Pero, ¿acaso lo que yo haga le importa a alguien?

 



 


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