Uno puede ver muchas cosas cuando monta en bicicleta. Puede ver valles y campos, montañas y ríos. Puede ver bosques, playas, acantilados. Pero uno también puede ver otro tipo de cosas mientras echa los higadillos a golpe de pedal. Cosas extrañas, sobrecogedoras, de una belleza distinta. Pueblos fantasma, minas abandonadas, cuarteles desmantelados... Paisajes devastados, escenarios dantescos que, por alguna razón desconocida, poseen un fuerte magnetismo. Debe ser el influjo de la decadencia, el morboso atractivo de la decrepitud, pero el caso es que uno no puede evitar sentirse fascinado por estas sugerentes estampas.
Una posición de privilegio en mi catálogo personal de ambientes calamitosos la ocupa la central nuclear de Lemoiz (Bizkaia). Este mamotreto de hormigón y acero empezó a construirse en la década de 1970 y nunca llegó a entrar en funcionamiento, pero ahí sigue. Sus pabellones y sus depósitos acorazados ocupan una magnífica parcela en primera línea de la costa vizcaína, en un desafío al buen sentido y al mínimo criterio medioambiental.
VESTIGIO ATÓMICO
Pero al margen de estas consideraciones, he de reconocer que esta imponente ruina industrial es todo un espectáculo. Hace ya unos diez años que pasé junto a ella a lomos de mi Conor de montaña. Era aquella una ruta sencilla, que no obstante se convirtió en un infierno debido a mi falta de previsión con el material de abrigo y a una cala mal instalada. Fuera de estos padecimientos y del mencionado espectáculo de la planta nuclear abandonada, no recuerdo gran cosa de aquella jornada.
Es una pena que la carretera no pase más cerca de la central y que no se pueda entrar en el recinto, porque así uno podría husmear entre los recovecos de este vestigio de la era atómica, sintiéndose como un figurante de Mad Max o como uno de esos personajes posapocalípticos de los tebeos de Jeremiah.
La mina de Bodovalle, también en Bizkaia, es otro ejemplo de este paisajismo decadente que uno puede apreciar en sus salidas en bici. Además, en este caso, el cicloturismo de chatarra y residuos puede combinarse con las exigentes ascensiones que, por sus distintas vertientes --Argalario y Peñas Negras, por ejemplo--, llevan a esta descomunal explotación.
BARRACONES Y HERRUMBRE
Abandonado desde hace años, este inmenso pozo es uno de los restos más espectaculares de los Montes de Triano, en los que abundan las huellas de un pasado minero que sembró estos parajes de barracones, fosos y planos inclinados. Muy cerca de esta mina, en contraste con la herrumbre de la maquinaria y el color cobrizo de la tierra descarnada, se extienden ahora los verdes prados del campo de golf de La Arboleda.
Este complejo, construido con dinero público y gestionado por una empresa privada, se puso en marcha en los alegres tiempos de los proyectos faraónicos y los aeropuertos sin aviones. Luego, como en tantos otros casos, vino el llorar: las pérdidas económicas crecen y crecen, y el futuro del campo se presenta bastante complicado. No sé, igual dentro de poco cierran el chiringuito y tenemos otra ruina más que visitar.
Pero las ganas de escribir se acaban y la inspiración se desvanece, así que el relato sobre las incursiones de Pepe Bellaco en pueblos malditos, antiguas instalaciones militares y otros misteriosos lugares habrá de quedar para próximas entregas de este blog. Espero el lector sabrá perdonar tan abrupta despedida.
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La costa vizcaína tiene de todo un poco: parajes idílicos, puertos pesqueros... Y centrales nucleares a medio desmantelar. (Wikipedia) |
VESTIGIO ATÓMICO
Pero al margen de estas consideraciones, he de reconocer que esta imponente ruina industrial es todo un espectáculo. Hace ya unos diez años que pasé junto a ella a lomos de mi Conor de montaña. Era aquella una ruta sencilla, que no obstante se convirtió en un infierno debido a mi falta de previsión con el material de abrigo y a una cala mal instalada. Fuera de estos padecimientos y del mencionado espectáculo de la planta nuclear abandonada, no recuerdo gran cosa de aquella jornada.
Es una pena que la carretera no pase más cerca de la central y que no se pueda entrar en el recinto, porque así uno podría husmear entre los recovecos de este vestigio de la era atómica, sintiéndose como un figurante de Mad Max o como uno de esos personajes posapocalípticos de los tebeos de Jeremiah.
En los comics de Jeremiah abundan las ruinas y las chatarras. (Caesartort.blogespot.com) |
La mina de Bodovalle, también en Bizkaia, es otro ejemplo de este paisajismo decadente que uno puede apreciar en sus salidas en bici. Además, en este caso, el cicloturismo de chatarra y residuos puede combinarse con las exigentes ascensiones que, por sus distintas vertientes --Argalario y Peñas Negras, por ejemplo--, llevan a esta descomunal explotación.
BARRACONES Y HERRUMBRE
Abandonado desde hace años, este inmenso pozo es uno de los restos más espectaculares de los Montes de Triano, en los que abundan las huellas de un pasado minero que sembró estos parajes de barracones, fosos y planos inclinados. Muy cerca de esta mina, en contraste con la herrumbre de la maquinaria y el color cobrizo de la tierra descarnada, se extienden ahora los verdes prados del campo de golf de La Arboleda.
Minas a cielo abierto y despojos varios amenizan los paseos por los Montes de Triano. (Museominero.net) |
Pero las ganas de escribir se acaban y la inspiración se desvanece, así que el relato sobre las incursiones de Pepe Bellaco en pueblos malditos, antiguas instalaciones militares y otros misteriosos lugares habrá de quedar para próximas entregas de este blog. Espero el lector sabrá perdonar tan abrupta despedida.