domingo, 29 de diciembre de 2013

Escombro y Ruina. (Paisajismo decadente I)

   Uno puede ver muchas cosas cuando monta en bicicleta. Puede ver valles y campos, montañas y ríos. Puede ver bosques, playas, acantilados. Pero uno también puede ver otro tipo de cosas mientras echa los higadillos a golpe de pedal. Cosas extrañas, sobrecogedoras, de una belleza distinta. Pueblos fantasma, minas abandonadas, cuarteles desmantelados... Paisajes devastados, escenarios dantescos que, por alguna razón desconocida, poseen un fuerte magnetismo. Debe ser el influjo de la decadencia, el morboso atractivo de la decrepitud, pero el caso es que uno no puede evitar sentirse fascinado por estas sugerentes estampas.

La costa vizcaína tiene de todo un poco: parajes idílicos, puertos
pesqueros... Y centrales nucleares a medio desmantelar. (Wikipedia)
   Una posición de privilegio en mi catálogo personal de ambientes calamitosos la ocupa la central nuclear de Lemoiz (Bizkaia). Este mamotreto de hormigón y acero empezó a construirse en la década de 1970 y nunca llegó a entrar en funcionamiento, pero ahí sigue. Sus pabellones y sus depósitos acorazados ocupan una magnífica parcela en primera línea de la costa vizcaína, en un desafío al buen sentido y al mínimo criterio medioambiental.

VESTIGIO ATÓMICO

   Pero al margen de estas consideraciones, he de reconocer que esta imponente ruina industrial es todo un espectáculo. Hace ya unos diez años que pasé junto a ella a lomos de mi Conor de montaña. Era aquella una ruta sencilla, que no obstante se convirtió en un infierno debido a mi falta de previsión con el material de abrigo y a una cala mal instalada. Fuera de estos padecimientos y del mencionado espectáculo de la planta nuclear abandonada, no recuerdo gran cosa de aquella jornada.

   Es una pena que la carretera no pase más cerca de la central y que no se pueda entrar en el recinto, porque así uno podría husmear entre los recovecos de este vestigio de la era atómica, sintiéndose como un figurante de Mad Max o como uno de esos personajes posapocalípticos de los tebeos de Jeremiah.
En los comics de Jeremiah abundan las ruinas
y las chatarras. (Caesartort.blogespot.com)

   La mina de Bodovalle, también en Bizkaia, es otro ejemplo de este paisajismo decadente que uno puede apreciar en sus salidas en bici. Además, en este caso, el cicloturismo de chatarra y residuos puede combinarse con las exigentes ascensiones que, por sus distintas vertientes  --Argalario y Peñas Negras, por ejemplo--, llevan a esta descomunal explotación.

BARRACONES Y HERRUMBRE

   Abandonado desde hace años, este inmenso pozo es uno de los restos más espectaculares de los Montes de Triano, en los que abundan las huellas de un pasado minero que sembró estos parajes de barracones, fosos y planos inclinados. Muy cerca de esta mina, en contraste con la herrumbre de la maquinaria y el color cobrizo de la tierra descarnada, se extienden ahora los verdes prados del campo de golf de La Arboleda.

Minas a cielo abierto y despojos varios amenizan
los paseos por los Montes de Triano. (Museominero.net)
   Este complejo, construido con dinero público y gestionado por una empresa privada, se puso en marcha en los alegres tiempos de los proyectos faraónicos y los aeropuertos sin aviones. Luego, como en tantos otros casos, vino el llorar: las pérdidas económicas crecen y crecen, y el futuro del campo se presenta bastante complicado. No sé, igual dentro de poco cierran el chiringuito y tenemos otra ruina más que visitar.

   Pero las ganas de escribir se acaban y la inspiración se desvanece, así que el relato sobre las incursiones de Pepe Bellaco en pueblos malditos, antiguas instalaciones militares y otros misteriosos lugares habrá de quedar para próximas entregas de este blog. Espero el lector sabrá perdonar tan abrupta despedida.





 
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lunes, 23 de diciembre de 2013

Lastimosa cantinela

   Hacer planes a largo plazo se está convirtiendo en un inaguantable ejercicio de masoquismo. Problemas familiares surgen un día sí y al otro también, y cuando parece haber escampado, regresan una vez más, sumiéndome en la frustración. Así no hay quien se atreva a proyectar nada, y el desánimo arrincona poco a poco a la ilusión. Irati Xtrem, Pax Avant, Larra-Larrau, otrora objetivos estelares de mi calendario, se desdibujan en una neblina de dudas, temores e incertidumbres.

   A nadie le interesan estas lamentaciones personales, bien lo sé; pero es lo que hay. Este es un blog de consumo propio, y no estoy dispuesto a renunciar a mi derecho a la autocompasión en aras de unos lectores que, en todo caso, son más bien escasos. Dicho lo cual, seguiré regodeándome en mi desgracia, arrastrando mi tristeza como un Yosi o un Enrique Urquijo de pacotilla.
Las letras del añorado Enrique (Los Secretos) y el renqueante
Yosi (Los Suaves) --arriba--hunden la moral . (Elemaki)

   En este estado de cosas, el fantasma de la desmotivación empieza a manifestarse. Trepar al rodillo o sacar la BH de su prolongado retiro se hace más difícil, mientras cada vez resulta más sencillo hacerse trampas a uno mismo. La conciencia globera baja el nivel de alerta, y uno ya no se siente tan culpable cuando se salta un entrenamiento para hundirse en las profundidades de la apatía. «Total, por un día más o un día menos». «No pasa nada; la semana que viene se entrena más y ya ya está». Engañarse es fácil si uno quiere. Ante la ausencia de retos, sin señuelos ni artificios, el barniz de esforzado cicloturista se resquebraja, y la natural vagancia que habita en uno pugna por salir a la superficie.

EL PAPA Y LOS DESCREÍDOS

   ¿Qué hacer, pues, para no sucumbir al demonio de la desidia? ¿A qué aferrarse para seguir adelante en la cotidiana pugna contra la pereza? Confiar en que las cosas mejoren y en que, finalmente, pueda acudir a alguna marcha cicloturista decente, es una opción. Pero a estas alturas, los ánimos no están para muchos ejercicios de fe, pese a los encomiables esfuerzos del Papa Francisco por recuperar la esperanza de los descreídos.

El desesperado pop de Los Secretos es perfecto para regodearse
en la desgracia propia a golpe de vodka y/o cerveza.
MALDITA SEA MI SUERTE

   Por lo tanto, lo más razonable parece ser buscarse otros objetivos más flexibles, sin fechas fijas que me aten a compromisos que, probablemente, no podré cumplir. Más que nada, para evitar  frustraciones innecesarias y, de paso, ahorrar unos eurillos en inscripciones que puede que no me lleven a ninguna parte. Superar mi humilde récord de desnivel acumulado en una jornada, enfrentarme al demencial reto de subir el Angliru por sus dos vertientes consecutivamente, vengarme de mi fracasada tentativa contra el Collado Pelea, hacer un stage como es debido en el Pirineo Vasco francés... No sé, planes que pueda llevar a cabo con un cierto margen de maniobra temporal, que me permita sortear los eventuales percances que   --maldita sea mi suerte-- me persiguen de un tiempo a esta parte.

   Pero basta de gimoteos y de penosos plagios a Los Suaves y a Los Secretos, que ya va siendo hora de recuperar la dignidad. Acabemos con esta lastimosa cantinela, y dejemos las desgraciadas historias de Yosi y Enrique para esas deliciosas veladas de melancolía etílica que arrasan nuestros sueños y nos dejan sin ilusión.

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domingo, 8 de diciembre de 2013

Haciendo el cafre. La Bizkaia profunda II

   En esta segunda entrega de los Circuitos demenciales por la Bizkaia profunda, el asunto va a seguir discurriendo por cauces similares a los del capitulo anterior: carreteras secundarias, pistas hormigonadas que no llevan a ninguna parte y desniveles que hacen crujir bielas y rechinar dientes.  La etapa, en esta ocasión, consiste en un paseo de unos 53 kilómetros y alrededor de 1.740 metros de desnivel acumulado; un buen concentrado de cuestas y repechos con los que estropearse la salud sin necesidad de pasarse toda la mañana dándole al pedal.

Una pista más en el 'suma y sigue' de infiernos
verticales que no llevan a ninguna parte. 
   El recorrido transita por algunos célebres puertos de la comarca de las Encartaciones, aunque con ciertos añadidos que les confieren ese plus de dureza que busca todo aficionado a las salvajadas altimétricas. El problema es que no parecen existir altimetrías de buena parte de estas prolongaciones de las subidas tradicionales, así que he de advertir de que la fiabilidad de algunos de los datos que se ofrecen a continuación es más que cuestionable. No en vano, se trata de cifras registradas por un móvil chino de marca blanca --un Daytona de Orange-- e interpretadas por quien esto escribe, un sujeto de mente simple y con un amplio historial de 'Muy Deficientes' en Matemáticas.

AMNESIA TRANSITORIA

   La jornada empieza con dos kilómetros de bajada, desde el barrio de San Miguel, en Arcentales, hasta Traslaviña, perteneciente al mismo municipio. En este punto comienza la primera ascensión del día, que lleva hasta El Garmo. Es una subida sencilla, de unos 5,5 kilómetros al 3,8 por ciento de media, y en cuyas inmediaciones a punto estuve de desgraciarme hace ya mucho tiempo, en los felices estertores del siglo XX. Fue una caída tonta en un descenso en BTT, pero al no llevar casco se saldó con una amnesia transitoria y una buena ración de pruebas radiológicas en las Urgencias del Hospital de Cruces.

Las rampas al 30% te llevarán a la
agonía cardiovascular. (es.123rf.com)
   Después de esta escalada inaugural, llega el momento de enfrentarse con el Alto de Avellaneda, aunque con un extra que eleva esta tachuela a un nivel altimétrico más digno. El añadido a la subida tradicional comienza en la rotonda que hay en el alto, y consiste en una pista que se dirige hacia el barrio --por llamarlo de alguna forma, ya que no hay más que un par de casas-- de Luchaco. Este camino, estrecho y hormigonado, tiene tramos por encima del 20 por ciento de desnivel, y discurre entre descampados. Con este suplemento, el Alto de Avellaneda-Luchaco presenta unas cifras próximas a los 3,2 kilómetros y un 7,5 por ciento de pendiente media.

   Un corto descenso y, desde Sopuerta, comienza la ascensión a Bezi. Unos pocos metros antes de coronar este puertecillo, existe un desvío hacia la izquierda, que convertirá lo que era una subida relajada en una agonía cardiovascular. Apenas tiene 700 metros de longitud, pero en tan corta distancia se escalan 92 metros, con una rampa que, a ojo de buen globero, debe rondar el 30 por ciento de inclinación. Esta trampa final sitúa las cifras globales de este Bezi trucado en 3,2 kilómetros a un 8,8 por ciento de media.

   Con cuidado de no despeñarse por este camino de cabras, se regresa a la carretera principal para --ahora sí-- llegar hasta el barrio de Bezi propiamente dicho. Pero antes del descenso, una nuevo desafío vertical tentará al maltrecho cicloturista. Se trata de otra pista de cemento, que en esta ocasión surge a mano derecha de la carretera. Con poco más de un kilómetro, esta encerrona agijoneará nuestras piernas y pondrá a prueba compaq o triples platos con sus pendientes cercanas al 20 por ciento.

DECADENTE ESTAMPA

La viva imagen de la decandencia.
   La jornada va acercándose a su final. Pero dos últimos obstáculos se interponen aún en nuestro penoso peregrinaje por tierras encartadas: el ascenso a Alén y el regreso, ahora cuesta arriba, desde Traslaviña a San Miguel. La primera es una subida de cinco kilómetros al 7,5 por ciento, que llega hasta un antiguo barrio minero. Todavía habitado por algún que otro lugareño, Alén presenta sin embargo evidentes síntomas de abandono. El viejo frontón, desconchado y ruinoso, es la imagen de la decadencia; y la destartalada ermita parece haber sido víctima de una horda de impíos saqueadores. Como aficionado a los ambientes decrépitos, a la herrumbre y la chatarra, el panorama resulta interesante; pero no creo que a los moradores de esta zona les haga mucha gracia encontrarse a diario con esta triste estampa. De todas formas, para ser justo, he de dejar constancia de que junto al desvencijado frontón, pasa una ruta señalizada que está bastante bien.

   Bajada, un tramo corto de llano y llega el momento de darlo todo en el ascenso final hasta la casa de veraneo de mis padres, en la que sin que nadie me invite suelo instalarme de cuando en cuando para mis particulares concentraciones cicloturistas. Esta subida desde Traslaviña a San Miguel no tiene mucha historia: algo menos de dos kilómetros al siete por ciento de media. Lo malo es que, temeroso de que algún vecino me reconozca, suelo afrontar este tramo final con excesivas ínfulas, no vaya a ser que se piensen que soy un ciclodominguero que sube al tran tran. Abusando de desarrollo y sin atender a las alarmantes cifras del pulsómetro, me vacío y esprinto como un energúmeno, en una patética demostración de vanidadAlgún día estos estúpidos alardes van a costarme un disgusto, lo sé; pero es que uno es así de cafre.
 



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domingo, 1 de diciembre de 2013

Corsas y Sanderos. Utilitarios para la vida 'globera'

   El Renault hace aguas; literalmente. No sé cómo ni por qué, pero el caso es que cada vez que llueve, el agua se filtra al interior del habitáculo y un sucio charco de líquido pestilente se forma en el lado del copiloto. Es lo que tiene seguir con un Megane de primera generación que ya va para veinte años, y que nunca ha tenido un triste techo de garaje en el que cobijarse. Noche tras noche, día tras día, la lluvia, el frío y la nieve han ido haciendo mella en su vieja estructura. La mala vida impone su peaje, y el otrora fiable automóvil se torna ahora en achacoso armatoste.

La mala vida y las noches a la intemperie
han pasado factura a este viejo Renault.
   Harto ya de achicar agua con un vaso y de tratar de eliminar la humedad de la moqueta con las páginas de la prensa local, decido dar un paso al frente y recurrir a un profesional. Mis finanzas marchan malamente, como de costumbre, y sé que la factura del taller puede arruinarme el mes. Pero no me queda otra opción: estoy cansado de ser el hazmerreir del vecindario con mis continuas labores de desagüe, y la humedad puede acabar desencadenando un proceso de corrosión en la chapa del suelo.

   Así que dejo el Megane del 97 en manos del chapista del barrio. El hombre se lo toma con calma, y once días después, me dice que el coche está listo. Al parecer, el agua entraba por el sistema de ventilación, de forma que habían tenido que desmontarlo entero, vaciar el líquido del aire acondicionado, llenarlo de nuevo, y sellar la parte por la que se filtraba el agua. Total: 310 euros. Al avanzarme el presupuesto me había hablado de doscientos y pico euros, pero parece ser que no estaba incluido el IVA. Habrá que olvidarse de renovar mi ajada equipación ciclista de invierno...

TIRANDO A CUTRE

   La factura se añade a las otras muchas que, en los últimos meses, han ido minando mi economía y resquebrajando mi confianza en este trasto. ¿Qué será la próximo? ¿Cuánto me sablearán por el siguiente percance? Una vez más, la duda: ¿Acaso no merece la pena desguazar este despojo y comprar un coche nuevo? Vale que el tema no está para muchas alegrías, pero con la desesperación de los fabricantes y las ayudas oficiales, igual me puedo sacar un modelo tirando a cutre por 8.000 euros.

Ni tan mal, por poco más de 8.000 euros (Dacia.es)
  La opción del Dacia Sandero se presenta como la más acorde a mi apurado perfil socioeconómico. Por poco más de 8.000 euros, está disponible una versión con un equipamiento medio presentable, que --¡oh, lujo!--, incluye aire acondicionado y algún que otro airbag. Por este precio, hay que conformarse con un motor de gasolina de 75 caballos, muy por debajo de la bestia de 112 caballos de mi Megane turbodiesel. Al parecer, el coche es bastante espacioso; y no habría problemas para transportar la BH en su interior.

FASTIDIOSOS TENDERETES

   Sin embargo, en la búsqueda de un automóvil low-cost compatible con la vida globera, el Opel Corsa también puede ser una buena elección. No es que sea una ganga --el más barato sale por casi 9.000 euros, promociones incluidas--; y tecnológicamente tampoco es nada del otro mundo. Pero es el modelo más asequible de la única marca --que yo sepa-- que ofrece la opción de montar el Flex-Fix

El artilugio de marras puede ahorrarte el penoso trance de
instalar portabicicletas, bacas o demás tenderetes. (Opel.es)
   Este artilugio, si funciona como prometen los videos de youtube, podría acabar con la penosa rutina a la que ha de enfrentarse todo cicloturista          --salvo aquellos afortunados poseedores de una furgoneta o sus derivados-- cada vez que se dispone a transportar la bici en su vehículo. Con este sistema se acabó la instalación de fastidiosos tenderetes                             --transportabicicletas, bacas o similares--, o la igualmente fastidiosa labor de desmontaje y montaje de ruedas y asientos para llevar la bici en el interior del coche. El Flex-Fix es parecido a las parrillas que se acoplan a la bola del vehículo, pero a diferencia de éstas, va instalado de forma permanente debajo del mismo; y cada vez que se quiere usar, tan solo hay que desplazarlo hacia afuera, como si de la bandeja de un lector de cedés se tratase.

   Pero por más que me queje del viejo Renault, las posibilidades de cambiar de coche siguen siendo remotas. Aunque quién sabe; si el Megane del 97 sigue tentando a la suerte con su errático funcionamiento, quizá acabe cometiendo una locura. Sus oxidadas hechuras acabarán entonces engrosando las listas del enésimo plan PIVE, y Pepe Bellaco podrá al fin conducir una máquina humilde pero fiable, como su robusta BH de aluminio.
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