viernes, 25 de octubre de 2013

La 'brecha del metal'

   Ultimates es el título de un cómic en el que el Capitán América, Iron Man y sus secuaces machacan maleantes y desguazan todo aquello que se les pone a tiro. Es una especie de revisión adulta de Los Vengadoresque actualiza historias y modelitos, como la arcaica armadura del Hombre de Hierro, sustituida aquí por una especie de nave espacial antropomórfica. Pero Ultimate es también el nombre de la bicicleta que aspira a desbancar a la BH como montura del insigne Pepe Bellaco, es decir, del responsable intelectual de esta cosa que está usted leyendo.

La armadura del nuevo 'Iron Man' dista mucho
de la hojalata que lucía en los 80 (elreservado.es). 
   Hablo de la Canyon Ultimate CF SL, una máquina de carbono que me permitiría superar la brecha del metal que me mantiene anclado en el obsoleto aluminio de mi BH Zaphire. En las últimas semanas, la web de la marca alemana se ha hecho un hueco en el apartado de páginas favoritas de mi ordenador, junto a otras direcciones de contenido un tanto comprometedor, sobre las que no hace al caso ofrecer más detalles.

INSONDABLE ENIGMA

   Los componentes, colores, tallas... Ningún detalle de la bici escapa a mi escrutinio. Incluso el capítulo dedicado a la geometría del cuadro, ese insondable enigma de ángulos y distancias al que nunca antes había prestado atención alguna, empieza ahora a revelar su significado, fruto de las consultas y comparaciones con otros modelos. Ya solo queda elegir la versión, pues hay cinco diferentes con un rango de precios que va desde los 1.600 a los 2.800 euros.

   "¿Cómor? ¿Pero qué me estás contando? ¿No era éste un blog sobre cicloturismo precario; y su autor, un triste mileurista hipotecado? ¿Será posible que tan mísero personaje pueda permitirse tales lujos? ¿Acaso este Pepe Bellaco no será más que un vil impostor que disimula su opulencia bajo un barniz de falsa penuria?" Todo esto y mucho más podría preguntarse el lector de estas líneas, sin duda desconcertado por el giro que parece haber tomado la trayectoria de su autor.
Las ansias reprimidas dan lugar a
fantasías y ensoñaciones (Canyon.com).

   Pero no ha lugar a las dudas o suspicacias; en el fondo, bien sé que todo esto no pasa de ser una ensoñación, un capricho pasajero producto de un consumismo insatisfecho, que pronto se desvanecerá dando paso a un nuevo objeto de deseo. Como antes lo fue la Specialized Roubaix, hoy es la Canyon Ultimate, y mañana será una Cannondale o una Trek. Después de todo, son muchas las tentaciones que acechan al globero, y mucho es también el tiempo que uno pierde en su improductivo deambular por las webs sobre bicicletas.

   Nada cambiará, por tanto, en la precaria existencia cicloturista de Pepe Bellaco, que cual Iron Man caduco con su antigua armadura de acero y remaches, seguirá surcando las carreteras con su BH, siempre de este lado de la brecha del metal.
 

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martes, 15 de octubre de 2013

Del escaqueo al Pirineo. Irati Xtrem 2013

   La pereza ha hecho presa en mí y cualquier excusa es buena para escaquearse. El trabajo, la gripe, la lluvia... Lo mismo da, con tal de justificarse por languidecer en el sofá, a base de Mahou y programas de coches o de subastas, mientras la BH duerme el sueño de los justos en un rincón olvidado. Si acaso, tres o cuatro sesiones de rodillo a la semana sirven para aliviar la conciencia, al tiempo que ayudan a mantener a raya la temida barriga cervecera, enemigo implacable del globero.

La tarde se pasa volando bebiendo Mahou y viendo coches
de gran cilindrada en el Discovery Channel. (dsc.discovery.com)
   En estos momentos de apatía, uno echa la vista atrás y recuerda sus hitos cicloturistas de los últimos meses. Entre estas gestas, destaca mi triunfante participación en la Irati Xtrem, una prueba de 128 kilómetros de distancia y 3.600 metros de desnivel acumulado. 

    Como uno no está como para competir, me había presentado a la cita con el único reto de mejorar mi marca de la edición de 2012. La marcha, a Dios gracias, transcurrió sin incidentes; no como el año anterior, cuando tuve que acabar el recorrido con los platos atados entre sí con unas bridas de plástico. Aquello fue de no creer --los tornillos de los platos se soltaron en un descenso y se perdieron--, y me vi obligado a forzar la máquina subiendo a Errozate para que no me cerraran el control.

   En esta ocasión, sin sustos ni chapuzas de por medio, pude afrontar la subida a Errozate --diez kilómetros y 9,6 por ciento de pendiente media-- con más tranquilidad. Sin embargo, no parece que esto me sirviera de gran cosa, puesto que en la parte final de la prueba, justo en la ascensión previa al definitivo puerto de Larrau, el asunto empezó a ponerse mal. Las piernas no iban como tenían que ir, y apenas podía seguir el ritmo de cicloturistas que, aparentemente, eran incluso más paquetes que yo

CUAL PERRO AGONIZANTE

   ¡Pues estábamos buenos! Por aquella vertiente, Bagargi no es más que un puertillo de seis kilómetros y una pendiente media que no debe llegar al cinco por ciento. Si en semejante tachuela estaba penando cual perro agonizante, ¿qué podía esperarse de mí en la cronoescalada final al imponente Larrau? Negros nubarrones se cernían sobre mi rendimiento en aquellos 15 kilómetros finales de subida, de los que siete superaban el diez por ciento de pendiente media.

   Tras ingerir un sobre de gel y meterme al cuerpo una colección de barritas energéticas, inicie el descenso del Bagargi con el convencimiento de que mejorar mi tiempo del año anterior iba a resultar casi imposible. Bastante iba a tener con mantener la compostura durante la subida y con poner buena cara a los fotógrafos que se apostaban en las cunetas.
El diploma revela, con alguna que otra errata,
la identidad secreta de Pepe Bellaco.

   Afronté la ascensión al Larrau ligero de desarrollo y tratando de aguantar a un ritmo medio decente, para así mantener viva una remota esperanza de superar mi marca de 2012. En la enésima curva al once por ciento, una chica con bicicleta y atuendo de triatleta me pasó por el lado izquierdo. Mi tímida tentativa de seguir su ritmo se saldó con un fracaso rotundo, y me resigné a seguir adelante con mi parsimonioso ritmo y un desarrollo de 30x25.

   Finalmente, las ruedas de mi bicicleta pasaron por encima de la alfombrilla instalada en la cumbre para registrar los tiempos. Un rápido descenso y unos kilómetros de llano más, y ya me encontraba de vuelta en Ochagavía (Navarra). Crucé la meta en solitario y me tomé una cerveza en un bar.

   Un par de días después, consulté los tiempos por internet. Una hora, cuatro minutos y seis segundos; eso es lo que había tardado en subir el Larrau. No era ninguna maravilla, pero contra todo pronóstico, había mejorado en más de diez minutos mi marca del año anterior. Vamos, que con un par de retoques en la BH y con unos suplementos energéticos del amigo Eufemiano, hay suficiente margen de mejora como para dar la campanada en la próxima temporada cicloturista.
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miércoles, 2 de octubre de 2013

Veraneo 'low-cost'. Tras la masacre altimétrica

   Aquella semana de veraneo en Playa de Albir (Alicante) no dio lugar a grandes proezas ciclistas. Piscina, lata de cerveza y lectura insustancial; así pasé buena parte del tiempo en aquel rincón de la costa mediterránea. Sin embargo, aún hubo tiempo --poco-- y ganas       --escasas-- para enfrentarse a algún que otro reto 'globero' que me permitió medir mis fuerzas con tres explosivos contendientes: Bernia, Sierra Gelada y La Cruz de Benidorm.

Tirando de taquicardia y de apretar
de dientes se puede subir a sierra Gelada.
   Nada tienen que ver estas ascensiones con la masacre altimétrica a la que me había sometido pocos días antes en tierras cantabro-asturianas, mas tampoco son como para andarse con tonterías. Así lo pude comprobar en las tres salidas en las que, superando la pereza y el sopor, logré reunir la moral suficiente como para echar mano de la BH que me había llevado en el Megane y salir a rodar entre guiris, pistas de tenis e invernaderos.

   En la primera de aquellas jornadas cicloturistas me di de bruces contra el muro de Sierra Gelada, una fulminante ascensión de casi cuatro kilómetros y más del diez por ciento de pendiente media. Para variar, no había prestado demasiada atención a los detalles que se esconden en toda altimetría que se precie, de forma que las rampas de más del 30 por ciento que se encuentran a mitad de recorrido me cogieron con sorpresa. Maldiciéndome a mí mismo por mi reincidente desidia, superé aquel calvario con más pena que gloria, pero sin echar pie a tierra.

LA SUPER NINTENDO, EN JUEGO

  Un par de días después llegó el momento de plantar cara a Bernia, que con más de cinco kilómetros y casi un doce por ciento de pendiente media puede amargarte el día a poco que te hayas descuidado en el desayuno. Pero como me había metido entre pecho y espalda un paquete entero de minigalletas con virutas de chocolate --una imitación de las Chips Ahoy en versión Mercadona--, salí bien parado del envite.

   Por cierto, una vez llegado a las casas que parecen ser el final de la ascensión, hay una pista que sigue varios cientos de metros más entre unos frutales. La pista no figura en la altimetría que consulté, pero es lo más duro de toda la subida; me juego mi Super Nintendo a que hay tramos por encima del 30 por ciento.

¿Ecosistema? ¿Eso qué e´lo que e´? En España somos asín;
plantamos una torre de viviendas donde nos viene en gana. 
   El anteúltimo día de mi estancia en aquella semanita de turismo de apartamento y supermercado me dio por volver a subir a Sierra Gelada; no sé, debió ser para experimentar de nuevo las agradables sensaciones que proporciona derrengarse sin que venga al caso, subiendo por un camino de cabras que no lleva sino a unas antenas. "Tiene muy buenas vistas", dirá la gente; sí, aunque dada mi escasa sensibilidad estética, no presté demasiada atención al panorama que se oteaba desde allí arriba.

   Quemando zapatas y volviendo a pasar un mal rato en el descenso, regresé a la carretera principal y puse rumbo a Benidorm. Debí andar más despierto que de costumbre, porque entre los rascacielos y el batiburrillo de cruces, encontré la subida a la Cruz --dos kilómetros al nueve por ciento-- casi a la primera. Subí, observe las maravillas a las que ha dado lugar el ingenio ibérico y la fiebre inmobiliaria, y regresé al apartamento. Así transcurrió mi semana de veraneo low-cost; el último estertor de unas vacaciones cuyo recuerdo se desvanece ya entre sesiones de rodillo, ruedas de prensa y esporádicas salidas en la BH.
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