lunes, 3 de febrero de 2014

Ochate y las patrañas de Iker Jiménez. (Paisajismo decadente II)

   Las ruinas del pueblo fantasma de Ochate. He aquí el objeto de análisis de esta segunda entrega de 'Paisajismo decadente', la sección con la que el autor de este blog da rienda suelta a su cargante afición por la chatarra y el escombro. Son muchas las poblaciones abandonadas que el cicloturista puede encontrar en el ejercicio de su actividad, y todas o casi todas ellas arrastran tras de sí disparatadas leyendas sobre enigmas o sucesos inexplicables. Pero es que sobre Ochate se han dicho tantos disparates y han corrido tantos bulos, que dudo mucho que haya caso que lo iguale.

    Fueron las patrañas de Iker Jiménez --ese incansable investigador de lo oculto-- las que me llevaron hasta este pueblo maldito. Pero además de los programas de televisión de este hombre, en internet es fácil encontrar un largo rastro de engañifas sobre Ochate. Las historias, la verdad, no hay por donde cogerlas, por lo que se hace muy difícil tomárselas en serio. Epidemias extrañas, avistamientos de ovnis, psicofonías, apariciones... Al parecer, no hay hecho fatídico o suceso paranormal que no haya tenido lugar en tan insignificante poblacho.
Iker descubre misterios donde no los hay y obra el milagro
de rellenar programas sin necesidad de contenidos.


   El desvío hacia esta aldea se encuentra a mitad del Puerto de Vitoria (Álava), muy cerca de los puertos de Zaldiaran y Herrera, por lo que la visita a este lúgubre paraje puede servir de aliciente para que el ciclista desmotivado abandone su estupor y se enfrente a este triple reto altimétrico. Las dos primeras ascensiones no pasan de meras tachuelas, aunque el Zaldiaran puede empalmarse con una rampa final de un kilómetro y medio al 14 por ciento --con tramos de hasta el 27 por ciento-- que lleva hasta una antena. Herrera tiene una vertiente dura, con cinco kilómetros y medio a más del ocho por ciento, y otra que no lo es tanto, con siete kilómetros al 4,8 por ciento.

DERRENGADO SOBRE LA BH

   En mis expediciones cicloturistas por los alrededores de la capital alavesa, me había fijado en varias ocasiones en el cartel en el que aparecía escrito a mano el nombre de tan infausto lugar. Sin embargo, como aquel punto me pillaba siempre bajo mínimos, derrengado tras hacer el cafre en las rampas de Zaldiaran y Herrera, nunca me había encontrado con ánimos suficientes como para internarme por el desvío. Consumido sobre la BH, una y otra vez me prometía a mí mismo que en la próxima ocasión me lo tomaría con más calma, y que reservaría las fuerzas para poder explorar aquellas ruinas condenadas.

¿Interferencias paranormales en la captura de la imagen
 o torpe retoque fotográfico? Lo segundo, más bien.
    Pero un buen día, aburrido de mi rutinaria existencia y sin ninguna gana de coger la bicicleta, monté en el viejo Megane y me planté en el inicio de la pista que habría de llevarme a Ochate. No es que tuviera mucho interés por el asunto ni que me hubiera tragado las trolas sobre aquella funesta aldea, sino que no tenía nada mejor que hacer. Es triste reconocerlo, pero no se me ocurría mejor forma de pasar aquella mañana de domingo que emulando a los cazadores de ovnis majaras y a los frikis de Cuarto Milenio.

   Después de una buena caminata --primero por pista de tierra y luego campo a través-- llegué a Ochate. Como era de esperar, en el pueblo no había rastro alguno de entes extraterrenales. Por no haber, casi no había ni pueblo, porque apenas quedaban en pie la torre de una iglesia y las paredes de tres o cuatro casas. La cosa no daba para mucho, así que tras merodear un rato por entre las ruinas y disfrutar de la contemplación de una herrumbrosa maquinaria agrícola abandonada en el lugar, me fui por donde había venido.

   ¡Menudo fenómeno está hecho el amigo Iker! Con un puñado de casas derruidas, una torre en un descampado y unos cuantos datos históricos traídos por los pelos, va y se casca un documental de media hora para Cuatro. Ni pruebas, ni testimonios de fuste, ni nada de nada. Total, para qué; si con una buena musiquilla de misterio el reportaje se vende solo. No, si el que vale, vale.

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