
Kilómetros recorridos: cero. Desnivel acumulado: cero. Litros de gasolina malgastados: 45 (más o menos). Euros dilapidados: pongamos que 80. Impresionante balance el de mi última (y fallida) expedición ciclista a los Pirineos. El ridículo fue absoluto; aunque acostumbrado ya a que mis planes deportivos fracasen uno tras otro, la cosa no me cogió por sorpresa y asumí el revés con preocupante indiferencia. Al final, uno se deja llevar por donde la vida le lleva, y acaba incluso resignándose a la rutina de la frustración.
Típico
ejemplar de campista profesional....