domingo, 29 de diciembre de 2013

Escombro y Ruina. (Paisajismo decadente I)

   Uno puede ver muchas cosas cuando monta en bicicleta. Puede ver valles y campos, montañas y ríos. Puede ver bosques, playas, acantilados. Pero uno también puede ver otro tipo de cosas mientras echa los higadillos a golpe de pedal. Cosas extrañas, sobrecogedoras, de una belleza distinta. Pueblos fantasma, minas abandonadas, cuarteles desmantelados... Paisajes devastados, escenarios dantescos que, por alguna razón desconocida, poseen un fuerte magnetismo. Debe ser el influjo de la decadencia, el morboso atractivo de la decrepitud, pero el caso es que uno...
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lunes, 23 de diciembre de 2013

Lastimosa cantinela

   Hacer planes a largo plazo se está convirtiendo en un inaguantable ejercicio de masoquismo. Problemas familiares surgen un día sí y al otro también, y cuando parece haber escampado, regresan una vez más, sumiéndome en la frustración. Así no hay quien se atreva a proyectar nada, y el desánimo arrincona poco a poco a la ilusión. Irati Xtrem, Pax Avant, Larra-Larrau, otrora objetivos estelares de mi calendario, se desdibujan en una neblina de dudas, temores e incertidumbres.    A nadie le interesan estas lamentaciones personales, bien lo sé;...
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domingo, 8 de diciembre de 2013

Haciendo el cafre. La Bizkaia profunda II

   En esta segunda entrega de los Circuitos demenciales por la Bizkaia profunda, el asunto va a seguir discurriendo por cauces similares a los del capitulo anterior: carreteras secundarias, pistas hormigonadas que no llevan a ninguna parte y desniveles que hacen crujir bielas y rechinar dientes.  La etapa, en esta ocasión, consiste en un paseo de unos 53 kilómetros y alrededor de 1.740 metros de desnivel acumulado; un buen concentrado de cuestas y repechos con los que estropearse la salud sin necesidad de pasarse toda la mañana dándole al pedal....
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domingo, 1 de diciembre de 2013

Corsas y Sanderos. Utilitarios para la vida 'globera'

   El Renault hace aguas; literalmente. No sé cómo ni por qué, pero el caso es que cada vez que llueve, el agua se filtra al interior del habitáculo y un sucio charco de líquido pestilente se forma en el lado del copiloto. Es lo que tiene seguir con un Megane de primera generación que ya va para veinte años, y que nunca ha tenido un triste techo de garaje en el que cobijarse. Noche tras noche, día tras día, la lluvia, el frío y la nieve han ido haciendo mella en su vieja estructura. La mala vida impone su peaje, y el otrora fiable automóvil se torna ahora...
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