jueves, 14 de noviembre de 2013

Bricolaje chabacano. El ciclocomputador

   Desde los lejanos tiempos de EGB, en los que mi escasa maña con las manualidades se saldó con un vergonzoso suspenso en la asignatura de Plástica, muchas han sido las chapuzas que estas zarpas han perpetrado. Cuadernos de apuntes ilegibles, dibujos emborronados, maquetas contrahechas y a medio terminar... El catálogo de los horrores que ha deparado mi torpeza es largo, aunque los desastrosos resultados de mis incursiones en el campo de los trabajos manuales nunca han sido obstáculo para que siguiera dedicándome a ocasionales ejercicios de bricolaje chabacano.
Mitad heroe de acción, mitad científico, éste las
 liaba pardas con sus inventos. (tvshowsondvd.com)

   Cual MacGyver de tres al cuarto, recolecto piezas usadas y acumulo herramientas, pero a diferencia de aquel genio televisivo de las ciencias aplicadasningún provecho saco de todo ello. Los trastos viejos se acumulan así en mi trastero, a la espera de un arreglo que nunca llega o víctimas de frustradas tentativas de restauración.

CALAMIDADES

   Como no podía ser de otra forma, mi trayectoria cicloturista se ha visto mediatizada por semejante falta de destreza. Cualquier percance mecánico se convierte en una calamidad, y un simple cambio de cubiertas o un ajuste del freno pone al límite mis facultades. Como, además, las visitas al taller suponen un lujo fuera del alcance de un reporterillo de mi condición, las deficiencias se van acumulando en la BH, que se ve lastrada por toda suerte de holguras, roces y ruidos sospechosos. Manos torpes y bolsillos ligeros; mala combinación para quien aspira a desenvolverse dignamente en el mundillo globero.

   Toda esta tabarra autobiográfica viene a cuento del último engendro artesanal al que estas manos han dado forma: un ciclocomputador muerto y devuelto a la vida por obra y gracia de unos bastoncillos de algodón --de esos que se usan para limpiarse la mugre de los oídos-- y un poco de cinta aislante.

   El caso es que el aparato éste, un Sigma con cardiofrecuencímetro que me agencié en internet por 80 euros, había sufrido más caídas que Alex Zulle en sus buenos tiempos. Los impactos contra el suelo habían acabado por deteriorar el recubrimiento que aseguraba los botones a la estructura, de forma que éstos, uno a uno, acabaron por desprenderse, perdiéndose en la inmensidad de las carreteras. El negligente trato al que había sometido al cuentakilómetros había tenido consecuencias devastadoras, pues el artilugio, sin pulsadores con los que manejar sus funciones, había quedado completamente inutilizado.

ESFUERZO MÍNIMO, COSTE CERO

   Por mi mente pasó la tentación de adquirir un aparato nuevo, quizá uno de esos con GPS y medidor de pendientes, mas aquella locura pronto se retiró de mis pensamientos. ¿Acaso estaban mis finanzas como para aflojar 200 euros por un Polar o un Garmin? Quita, quita... Donde esté un buen apaño...

Cortar y pegar nunca fue tan fácil. Eso sí, luego
no esperemos un acabado deslumbrante. 
   Tras mucho pensar, di por fin con  la fórmula para sustituir los botones del Sigma con el mínimo esfuerzo y a un coste de cero euros. Eché mano de la cinta aislante negra que, desde tiempos inmemoriales, yacía en la caja de herramientas, y abrí el bote de bastoncillos de algodón que, también Dios sabe hacía cuanto, se encontraba en el armario del baño. Un par de cortes por aquí, y unos cuantos pegotes de cinta por allá, y unas minúsculas secciones del plástico de los bastoncillos, convenientemente recubiertas por la banda adhesiva, habían ocupado el lugar de los pulsadores. La cinta, un poco acartonada por el paso de los años, no había quedado bien pegada del todo, aunque hacía su función y evitaba que los cachos de bastoncillo que accionaban los circuitos del aparato se fueran al garete.

   He de decir, en honor a la verdad, que tan solo lo he probado entre las cuatro paredes de mi piso hipotecado, por lo que no es descartable que todo el invento se venga abajo con el primer bache de la carretera. Sin embargo, el cutreapaño parece funcionar bien, aunque estéticamente da bastante penita. Después de todo, ¿qué puede esperarse de alguien que ha suspendido Plástica?

3 comentarios :

Samuel Porcel Dieste dijo...

Muy reconfortante la lectura de este artículo, celebro no ser el único "gran" torpe del mundillo cicloturista (sepa usted que en el instituto fui asiduo a las repescas, cual selección balompédica mediocre, en plástica y tecnología)

P.D. Soy esa clase de persona que tiene trochacadenas pero no sabe como utilizarlo y, lo que es peor, llegado el momento no conseguirá sacar nada en claro de esta extraña herramienta.

A.M.Y.P. dijo...

Hola, Samuel. Joder, creía que Eneko --mi amigo de la infancia-- y yo éramos los únicos zotes que suspendíamos Plástica. De hecho, y aunque parezca mentira, yo llegué a suspender en una misma evaluación de 8º de EGB Plástica, Gimnasia y Flauta. Lo curioso del asunto es que aquéllas fueron las 'únicas' materias que cateé, cuando para el resto de los mortales no eran más simples 'marías'. Lo del tronchacadenas tiene su miga; yo lo he usado un par de veces, pero la cadena nunca volvió a ser la misma desde entonces; los eslabones se quedaban como agarrotados y el cambio no hacía más que pegar saltos. Es lo que tiene la 'tecnología punta', que no es apta para patanes como yo.

Anónimo dijo...

Qué bueno era este blog!